Nunca he tenido una mente científica. Durante mis años de estudio básico, donde he tenido que enfrentarme con asignaturas de dicha índole, mi torturado cerebro ha tenido que hacer esfuerzos descomunales para comprender los conceptos más sencillos. Esfuerzos que, dicho sea de paso, lo único que han conseguido es hacerme salir medianamente airosa, con notas que rayaban la mediocridad.
No obstante esta confesión, no me repugna la ciencia. Hay ramas dentro de ella por las que estoy absolutamente fascinada, y de las que podría escuchar hablar durante horas sin mostrar un ápice de aburrimiento. Eso sí, lo más seguro es que no sea capaz de retener todo lo que me exponen, y que lo poco que retenga necesite leerlo luego con más detenimiento para comprenderlo, pero no disfrutar de algo sólo porque me requiera un esfuerzo nunca ha sido mi estilo.
Con los científicos me pasa algo parecido. De entrada, siento respeto por cualquiera de ellos. Manejar con fluidez y soltura conceptos inasequibles, bien lo merece. Pero, además, me divierte ver lo diferente que funcionan sus cerebros con respecto al mío. Por ejemplo, mientras algunos de ellos miran las estrellas, deseosos de desentrañar sus misterios, soñando con poder dar la gran noticia de que existe vida inteligente fuera de este planeta, yo miro alrededor y, con demasiada frecuencia, me pregunto si existe vida inteligente dentro de él.
Supongo que, al final, todo se reduce a una cuestión de perspectivas. En este caso, no me cabe duda de que la suya tiene ventaja. No sólo porque ellos estudian algo lejano de lo que, en un momento dado, pueden despreocuparse, y yo me obsesiono con algo tan cercano que me es imposible obviar. No. El punto álgido de su ventaja es que su incógnita, en caso de no resolverse, sigue dejando vivo el misterio. En cambio, la mía se responde día a día con un "no" de proporciones estratosféricas, para mi completa desazón.
Hablando en abstracto puede parecer una exageración, fruto de un mal día o de una sucesión de ellos, así que pongámosle escenario. El pasado cuatro de Diciembre tuvo lugar la Conferencia sectorial sobre la polémica LOMCE (Ley Orgánica de la Mejora de la Calidad Educativa) entre el Ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, y los distintos Consejeros de las Comunidades Autónomas. Pues bien, Dios sabrá lo que pasó o dejó de pasar realmente en dicha reunión, porque lo único que ha trascendido de ella es que la Consejera de Educación de Cataluña, Irene Rigau, no esperó a su conclusión y se marchó de ella muy indignada. Además, a la salida de la misma, la Consejera de Educación de Andalucía, María del Mar Moreno Ruiz, hizo unas declaraciones en las que dejaba patente su malestar con la citada Ley, y su apoyo a la Consejera catalana.
Esbozado el cuadro, aún puede parecer para los menos avispados que mi desazón carecía de motivos en este supuesto en concreto, que este hecho aislado no es más que, utilizando lenguaje deportivo, "un lance más del juego". Sinceramente, no lo es, porque ningún hecho es irrelevante si transcienden de él ciertas implicaciones sobre la persona que los hace. Y, como cada cual ha de ser responsable de sus propios actos, analizaremos las conductas de las consejeras de forma separada.
Empezaremos por la Consejera de Educación catalana, doña Irene Rigau. Cualquier persona con un mínimo de lucidez llegaría a la conclusión de que una persona con una licenciatura en Psicología, que durante varios años ha sido docente en diferentes colegios en niveles de primaria y secundaria, que ha impartido clases en la Universidad de Gerona y que forma parte del Consejo de Enseñanza de Cataluña, tiene un nivel básico de educación, cuanto menos. Cualquier persona, maticemos, que no conozca a la señora Rigau, que se encargó en unos pocos segundos de destrozar lo que la lógica lleva años intentando enseñarnos a todos. Vamos a ver, señora Consejera, y le cito el cargo para ver si, ya que la educación brilla por su ausencia, aún conserva la decencia de avergonzarse por enlazar el mismo con sus maneras, ¿en qué estaba usted pensado? ¡Ahm! Ya… que no pensó, ¿no? Pues una mujer de su posición, en una reunión de esa índole, no debería conectar el piloto automático. A ver, que todos somos seres humanos, y en determinadas reuniones a las que hemos tenido que acudir obligatoriamente, hemos pensado en las musarañas cuando se rifaba el premio al que dijera la tontería más grande. Pero eso es en reuniones con los amigos de tu novio, con tu familia política, de vecinos (que esas son para echarles de comer aparte), y poco más. A nadie se le ocurre desconectar sus modales en una reunión de trabajo, y ni corto ni perezoso, levantarse y dejar plantado al jefe y al resto de departamentos. A nadie que quiera seguir ocupando ese puesto de trabajo, claro, que aquí tenemos que hacer otro matiz. Porque todos sabemos que los políticos tiene sus propias reglas, incluso de conducta al parecer, y desplantes de este tipo lo único que hacen es, si eres político catalán, que el Presidente de tu Comunidad te regale una buena cesta de Navidad, por las fechas en las que estamos, con el dinero de todos los españoles, incluidos aquellos que ha despreciado con su absoluta falta de educación.
Después de esto, una persona honesta normal haría examen de conciencia. No obstante, como estamos tratando con la señora Rigau, no podemos dejarnos guiar por las reglas de conducta lógicas, tal y como nos ha dejado patente. Por tanto, aplicando la que ella nos ha enseñado, seguramente ella pensará que esto no es más que otra diatriba contra el catalán y los catalanes. Y eso no lo pienso consentir de ninguna de las maneras. En este punto, me ha tocado la vena sensible, y claro está, le pienso enseñar los dientes con toda la contundencia de la que soy capaz, sin por ello perder las maneras, aunque esto sea algo absolutamente novedoso para usted. Mis críticas en este caso concreto son hacia su persona. Mi opinión sobre Cataluña, el catalán y los catalanes me la reservo para otro momento, que en lo que le concierne a usted, nada tiene que ver una cosa con la otra. Lo que me parece demencial y esperpéntico es que una mujer sin un ápice de educación, que trabaja para defender la educación de muchas personas, que tiene una formación en ese campo y que, además, es política y demócrata (en teoría), se levante de una reunión porque escucha argumentos que no le gustan. Mi desquerida señora, la política es sentarse a hablar con quien no le apetece, escuchar cosas que no le gustan, y a fuerza de palabras y mano izquierda, llegar a un acuerdo, porque la convivencia así lo requiere. Levantarse de una mesa porque no se tienen argumentos para rebatir los que exponen los demás, entonando el "si no estás conmigo, es que estás contra mí", es de niños de parvulario, y desde ese día, de Consejeras de Educación de Cataluña. Y después tendrá la desfachatez de decir que ha viajado a Holanda, Finlandia, Escocia, Suiza, Luxemburgo y no se cuantos países más para estudiar sus sistemas educativos. Querida señora, con todos mis respetos, hubiera sido mejor inversión de su dinero y de su tiempo viajar a esos países para que le enseñaran educación, o sin ir más lejos, quedarse en España y estudiarla aquí, que como ve, hay personas con una educación exquisita, y sin Consejería.
Por otro lado tenemos a nuestra querida Consejera andaluza, doña Maria del Mar Moreno Ruiz. Licenciada en Derecho por la Universidad de Granada, abogada en ejercicio hasta 1994, política del PSOE y primera Presidenta del Parlamento de Andalucía. Como la señora Rigau, comparte una formación académica considerable y una buena trayectoria política. Por desgracia, no acaban aquí las semejanzas entre las dos, porque también comparte con ella un uso dudoso de su masa gris y una falta de educación clamorosa. Vaya por delante que la señora Moreno no se levantó de la reunión. Estoicamente, aguantó hasta su finalización sentadita en la silla que le correspondía. Lamentablemente, lo único que estuvo presente en esa reunión fue su cuerpo, ya que su mente debía estar haciendo un repaso a otras tareas menos trascendentales para el futuro de los andaluces. Y digo esto porque, de no ser así, no entiendo las manifestaciones que hizo finalizada la misma. Señora Moreno, vale que usted tenga críticas que hacerle a la LOMCE (como compañera de licenciatura, soy consciente de que ninguna ley se va de rositas, y que la existencia de algunas es lamentable), pero ¿por qué esas críticas se basan en que la Consejera de Educación de Cataluña tiene razón? ¡Por el amor de Dios! Francamente, se esperaba más de una jurista de su posición (yo, personalmente, no), ¡pero otros más optimistas lo esperaban! Y de un plumazo, les cierra usted la boca a sus defensores, a cualquier jurista medio decente de España (y del extranjero), y le pega una patada en sus partes nobles a todos los andaluces. Se que lucha usted con una larga historia de políticos andaluces que, por caerles bien a los catalanes, acaban metiéndonos a todos en sus guerras (que no solo ni nos van ni nos vienen, sino que encima nos perjudican), y para colmo de males, no nos sirve de nada con ellos, porque a la primera de cambio nos dicen que somos unos vagos, que cobramos por no hacer nada y que cuando hablamos no nos entienden. Créame, señora Moreno, se que es difícil luchar contra eso. Pero una mujer con su posición, ¡debe hacerlo! ¿Qué nos importa a los andaluces cuantas horas docentes se den en español y cuantas en catalán? ¡Sí aquí todas son en español! Lo que les importa a los andaluces con respecto a la educación, es que se mejore la calidad de la misma, que se creen medidas para evitar el fracaso escolar, que se luche contra el absentismo, y, si no es pedir demasiado, que se civilicen las aulas. Francamente, señora Moreno, le voy a decir una cosa como mujer, como andaluza y como licenciada en Derecho (por la Universidad de Málaga): es usted un ejemplo de vergüenza ajena. En todos esos ámbitos. Y si tuviera un mínimo de decencia, se dedicaría a estudiar Derecho de verdad (que pocos conocimientos le quedan de su etapa estudiantil, si que es los adquirió alguna vez), a sopesar los problemas educativos de su Comunidad y, como soñar es gratis, a dejar la Consejería en manos de quien esté por resolverlos, y no por bailarle el agua a políticos de otras Comunidades Autónomas.
A partir de ahora, analizadas ambas Consejeras de Educación, lo que será sorprendente es que los niveles educativos en alguna de esas Comunidades Autónomas mejoren, en lugar de seguir decayendo. A mí, personalmente, me quedan claras dos ideas:
- La primera, que si Don Miguel de Cervantes levantase la cabeza, seguro que sopesaba reescribir su famosa frase inicial del Quijote, y cambiarla por una que dijera "En un rinconcito de Andalucía, de cuyo nombre no quiero acordarme…"
- La segunda, que Lope de Vega es, sin lugar a dudas, muy admirado en Cataluña, porque del comportamiento de su actual Consejera de Educación se desprende que como libro de cabecera tiene "El perro del hortelano". Y eso, siendo su autor madrileño hasta la médula, es otro éxito póstumo para él.
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