miércoles, 14 de junio de 2017

Echeverría

Ignacio Echeverría fue un héroe. ¿Qué importa que tratara de auxiliar a una mujer apuñalada o a un policía londinense abatido? Lo que a mí me importa es que en un momento de máxima tensión, cuando el instinto animal que vive en nosotros nos impone huir y ponernos a salvo, él hizo frente a los agresores para ayudar a otro ser humano.

Durante días así lo han manifestado los medios y las diferentes personalidades políticas, pasando por personajes destacados de la cultura y el mundo del deporte. Durante días se ha admirado a Echeverría como digno heredero de la raza española, de aquellos que hicieron que, durante años, nuestra Armada fuera Invencible, de aquellos que conquistaron tierras hasta ponernos como la primera potencia mundial, de aquellos que vivían bajo dominios donde nunca se ponía el Sol.

Yo comparto esta opinión, que nadie me malinterprete, pero cuando se la escucho a un político español, me deja mal sabor de boca. ¿Por qué? Muy fácil. Echeverría, al que todos califican como una persona decente, cercana, dispuesta siempre a ayudar, coherente, pacífica y cabal, cuando estaban apuñalando a personas a su alrededor provocándoles una muerte dolorosa y atroz, cogió lo único que tenía a mano y lo usó como arma contra los agresores. No se paró a dialogar, ni intentó convencerles mediante argumentos para que parasen tamaña barbarie. Respondió al fuego inmisericorde del que está dispuesto a matar, con su propio fuego. Lamentablemente, no fue suficiente, y perdió la vida.

¿Qué hacen los políticos a lo largo de todo el mundo? Hablar. Mencionan palabras como diálogo, solución pacífica o tolerancia religiosa, y en diferentes partes del mundo siguen muriendo personas de manera indiscriminada porque unos fanáticos, abastecidos por el dinero de los países musulmanes ricos, no saben vivir otra vida que no implique eliminar la de aquellos que viven de formas diferentes a ellos. Fanáticos incultos, sí, pero no desorganizados, porque la inteligencia la ponen aquellos que ponen el dinero, que cómodamente y sin mancharse las manos de manera directa, han montado una estrategia de expansión colonial que les está funcionando muy bien.
Cada día estoy más convencida de que Europa, la nueva Europa, está dejándose desangrar voluntariamente por cobardía, estupidez y falta de cultura. ¿Y qué si nuestra historia está regada de sangre? ¿No lo están todas? ¿Quién se hizo grande, quién conquistó, sin derramar ni una gota o quitar y pagar con vidas? Todas las grandes civilizaciones han tenido que luchar para ser lo que fueron. No nacieron grandes, ni fértiles, ni cultas. Les costó muchas guerras y muchas vidas conquistar primero para pacificar después. Y es en esa paz posterior, cuando está claro quién es más fuerte, donde se puede sembrar, y por eso germinó la medicina, la retórica, la agricultura, la industria… No nacieron de la nada, sino de campos regados con sangre y vidas.

Pero Europa se ha olvidado de lo que tuvo que luchar para ser lo que es. Se ha olvidado de que la democracia es un instrumento que sólo sirve si ambas partes aceptan las reglas del juego. Ha olvidado que la tolerancia es una vía de doble sentido, y que no es intolerante defenderte de quien te agrede porque no acepta tus opciones. Europa se ha vestido de complejos, y para que no piensen que falta al respeto de los musulmanes, decide faltarles el respeto a los europeos. A Europa le da miedo decir que estamos inmersos en una guerra religiosa, como si obviar la verdad transformara la realidad en la cómoda mentira que prefieren. Pero, ¿de qué sirve negarlo? ¿Para dejar que nos eliminen uno a uno donde y cuando quieran? Los dirigentes europeos, con España a la cabeza, deben admitir la cruda realidad: nos han declarado la guerra, y es por religión. En esta primera fase, los ricos se limitan a nutrir de dinero y armas a los guerrilleros para que hagan una campaña de desgaste, o lo que es lo mismo, estamos en la fase de “guerra de guerrillas”. Ataques pequeños y medianos en puntos determinados buscando debilitar al enemigo, confundirlo e inspirarle temor. ¿Por qué? Porque es mucho más fácil defenderse de un ataque en masa que detectar pequeños individuos que cuentan con una gran red de apoyo. A las pruebas me remito. Lo que los dirigentes no quieren ver es que esto es sólo una fase. Cuando estemos tan débiles que no podamos oponer una resistencia seria, nos masacrarán en masa con todo lo que tengan. Porque ellos, los países árabes ricos, no están perdiendo nada. No hay atentados en esos países, ni refugiados que esquilmen su economía, ni mojigatos que prefieran morir a matar. Ellos se hacen cada vez más ricos y nosotros perdemos cada vez más dinero y más sangre en una guerra en la que no reconocemos estar.

Por eso me molesta mucho que se llenen la boca diciendo que Echeverría fue un héroe. Porque por culpa de su parsimonia, de su ineficacia y de su cobardía, mueren personas inocentes plantando cara al monstruo que no quieren detener. Y no quiero oír comentarios puristas de que en las guerras mueren inocentes. ¿Es que no están muriendo ya? ¿No era inocente Echeverría? ¿Ni las demás personas que murieron en ese ataque? ¿No eran inocentes las víctimas del atentado en Manchester? ¿Las de París? La lista es larga. Y sí, obvio los inocentes en países árabes. ¿Por qué? Porque los están masacrando los mismos terroristas que no están matando a nosotros y no son capaces de levantarse contra ellos.

Europa debe despertarse, y debe hacerlo pronto, porque por mucho que hayamos convertido el diálogo en la primera y más válida opción para la resolución de conflictos, debemos reconocer que no sirve en un conflicto donde no se puede razonar con el enemigo. Si mi adversario está dispuesto a morir matando, yo estoy dispuesta a matar para vivir. Porque no es violencia injustificada la que se usa para defender la propia vida de otro ataque. Y porque, casualmente, en esta no reconocida guerra de religión, resulta que los asesinos matan por religión. Porque su religión les permite tener a millones de personas pasando hambre, frío, sin libertad, ni acceso a la cultura… Porque su religión es intolerante, y proclama, entre otras perlas, que se debe matar a los infieles, y ellos, que en realidad no reconocen más religión que sus intereses, ni más Dios que su propia persona, se valen de ella para obtener lo que desean, sin importar el precio que deban pagar los demás.

Si Echeverría hubiera matado a todos y cada uno de los terroristas, quizás no lo llamarían héroe. Quizás hablarían del uso desmedido de la fuerza. A mí me hubiera gustado más ese escenario. Porque su vida valía mucho más que la de todos los terroristas juntos. Porque su humanidad primó sobre su instinto de supervivencia, y su lógica sobre absurdos complejos. Porque con su acción, honró a España y a todos los españoles. Porque su pérdida hace del mundo un lugar más triste, como pasa siempre que se va una buena persona. Por todo eso, espero que allá donde esté, lo hayan recibido como se merece. Pero también espero que no tengan que recibir a más como él. Espero que la única sangre europea y, especialmente, española, que se derrame a partir de ahora por esta causa sea porque han decidido exterminar a todos los terroristas y a sus proveedores, hasta que no quede de ellos ni el polvo de los huesos. Espero que la vida de las personas tolerantes se ponga por delante de las que matan por intolerancia. Espero que Europa, y España, recuerden lo que son, y en lugar de avergonzarse, saquen pecho y se defiendan. Como Echeverría.

1 comentario:

  1. dolores vilches cabello14 de junio de 2017, 11:31

    Pero que forma mas maravillosa de poner en blanco y negro algo tan evidente como que hay que defender lo que hemos conseguido, con sangre, sudor y lagrimas , no dejarnos pisotear y masacrar por fanaticos asesinos ,que se hacen grandes gracias ,precisamente, a nuestra grandeza y logros, ya es hora de despertar o cuando lo hagamos sera demasiado tarde.

    ResponderEliminar