domingo, 3 de marzo de 2013

¿Fácil?


Soy madridista desde que tengo uso de razón. Puede que lo fuera incluso mucho antes de eso. Siendo sincera, el medio lo favorecía: casi toda mi familia lo es. Así que crecí viendo partidos del equipo blanco a mansalva, celebrando las victorias y lamentando las derrotas como si fueran conquistas y fracasos propios. No obstante, y a pesar del ascendiente que pudiera tener este hecho en su momento, no creo que fuera determinante. No sería la primera que desafía futbolísticamente a su clan, jurándole amor eterno a otro club. Por supuesto, jamás al eterno rival. Mi osadía jamás se ha traducido en estupidez, o al menos, no hasta ese punto.

 

Durante todos estos años de madridismo confeso, he tenido que escuchar cierta frase manida que, pronunciada en tono acusatorio por vocecillas chillonas y resentidas, dice tal que así: “claro, tú eres del Madrid porque es fácil”. No le pongo el “Real”, porque nadie cuestiona lo difícil que es ser colchonero, o que era hasta hace bien poco. En años más jóvenes, dicha afirmación pretendía hacerte sentir como la pecadora más ignominiosa de la faz de la Tierra. Y yo, como joven y tierna cría de león, me veía en medio de una manada de ñus, calibrando el alcance de la sentencia. Pasarse a otro equipo no era una opción viable: la muerte antes que la deserción. Tampoco era seductora la idea de renegar del fútbol: lealtad a las buenas pasiones. Sólo quedaba una opción honorable en aquellos tiempos: “Porque tú lo digas”. Media vuelta, la mañana de ñus desconcertada por no haber hecho mella y camino a la sabana con la dignidad intacta.

 

No obstante, la madurez (o eso quiero creer), me ha hecho reflexionar seriamente ante esa frase. Porque otra cosa no, pero como a ciertos grupos les de por pronunciar sentencias, te la repiten hoy igual que ayer, y a tus hijos mañana, hasta el fin de los tiempos, amén. Hasta que un día, un ñu disfrazado (persona que dice que es mas simpatizante de tu equipo que del rival, pero que lo ataca sin piedad como si le fuera la vida en ello), me soltó la dichosa frase. Y claro, por mucho que una no quiera caer en el ciego fanatismo que tanto critica, a veces el vaso está lleno y empieza a caer el agua en el momento más inapropiado. Así que, ni corta ni perezosa, y por las miradas que me echaban los de alrededor, cual dragón escupiendo fuego, le solté de manera tan sosegada como cortante, lo que pensaba desde hace bastante tiempo:

 

“¿Ser del Real Madrid es fácil? ¡Claro! Ser el blanco de todas las críticas es algo fácil de llevar. Que lo único que tengan en común los aficionados de otros equipos, entrenadores, jugadores, árbitros, simpatizantes del fútbol o detractores sea no perder oportunidad para comentar de manera denigrante y despectiva hasta el más mínimo de los fallos de tu equipo es muy gratificante.

 

¿Sabes que más lo es? Que la prensa se invente constantemente rumores sobre nuestro vestuario: que si nuestro entrenador no mete en cintura al vestuario, que si el vestuario no tiene motivación ninguna, que si el mejor jugador que tenemos ha recibido tal o cual oferta y sea casi seguro que se va, etc.

 

Otra cosa que también me hace muy llevadero ser de mi equipo, es que jugadores mundialmente reconocidos, pasen a ser la basura de la profesión cuando visten de blanco: de héroe a cero. No importan los goles que metan, los pases que den, lo bien que se lleven con los demás o lo mucho que se esfuercen: son la escoria que hay que erradicar.

 

También me resulta muy fácil de tragar que, contra ciertos equipos, todo valga. Se reescribe el reglamente para que la falta, si es a un jugador del Real Madrid, no sea falta. Mera amonestación verbal, carita de penitente arrepentido del contrario, y a coserte el miembro amputado de la patada, que esto es un juego de hombres, no de niños pequeños.

 

Otro detalle que me produce gran placer es que si mi equipo se enfrenta contra el que sea, nacional o extranjero, el resto del mundo, sea del equipo que sea, esté contra ese rival. Y no hablo del eterno rival, no, que de ese me espero que me pague con la misma moneda que yo le doy gustosa. Hablo de otros equipos, más mediocres aún, que por no tener el placer de mojarnos la oreja, rezan fervientemente para que lo haga otro.

 

La próxima vez que tengas la arrogancia de decirme esa frase, que sea con la camiseta de tu equipo, el día después de perder un partido importante. Entonces, a lo mejor, te concedo la gracia de escucharte, ya que el placer de darte la razón es algo que no está en mis manos concederte, que yo seré muchas cosas, pero mentirosa, jamás.”

 

Después de eso, lógicamente, sólo habló de fútbol en mi presencia en corrillos de gente, y sin osar traspasar nunca más las reglas de la diplomacia. Sabía bien lo que se jugaba en caso de hacerlo.

 

Esta semana, mi equipo me ha demostrado que, aunque siguen siendo tan válidas ahora como entonces todas esas razones, se quedan en nada ante la evidencia: ser del Real Madrid es fácil. Si hace seis días se hubiera hecho una encuesta entre los aficionados, no me habría extrañado que muchos de ellos firmaran por empatar los dos clásicos, o uno, cuanto menos. Dejamos la Liga, que la tenemos perdida, y nos aferramos con uñas y dientes a la Copa del Rey, que la tenemos más cerquita en cuanto a número de partidos. De Champions mejor no hablar, porque después del vapuleo de la semana por el eterno rival, a ver cómo carajo se rehacen para dar la cara en Old Traford. Nadie nada un duro por nosotros, ni siquiera mucho de nosotros. Bueno, casi nadie. Porque Mou y sus chicos han dado un golpe encima de la mesa. ¿Qué nadie apuesta a nuestro favor? ¡Y qué! Nosotros lo apostamos todo: ganar o morir. ¡Y vaya si han ganado! Los dos partidos. Que si bien con la goleada de Copa ya habían devuelto la esperanza a una afición que dudaba, con el golpe en Liga han recuperado la imagen de lo que fuimos: el equipo que, no jugándose nada, vende caro el honor, que es lo más sagrado que tiene.

 

El Real Madrid no sólo ha ganado en el campo del eterno rival, eliminándolo de la competición que, digan lo que digan, deseaban tener. En nuestra casa, no nos han arañado ni un punto esta temporada. Nuestro Coliseo ha quedado inmaculado, como siempre debió estar, con un Madrid que vence y convence, y un Barcelona que se busca pero no se encuentra. O que no dejan que se encuentre, que para el caso, es lo mismo. Se han peleado balones como si fueran granadas, y había que sudar cada metro de campo contrario, porque aquí se cedía antes el aliento que el espacio. En estos partidos no había titulares y suplentes, sólo había personas creyendo en un mismo sueño: la victoria. Y ese sueño se ha hecho realidad.

 

Pero que no se equivoque el lector: no es éste un canto a la victoria. No hemos ganado la Copa, la Liga sigue estando lejos, y la Champions está por decidir. Lo que yo ensalzo hoy, lo que ensalzaré siempre, es el esfuerzo. En todos los sentidos. Esfuerzo mental para no amilanarse, para crear un muro impenetrable al desaliento y mantener viva la fe en las posibilidades del equipo. Esfuerzo físico aguantando las embestidas del rival, las carreras, los minutos lentos del reloj. Han rescatado la imagen de oro: la del equipo que hace que parezca fácil, lo que a todos les resulta difícil.

 

Por eso, creo que ya es hora de que usemos la manida frase a nuestro favor. Ser del Real Madrid es fácil. ¿No es fácil enamorarse del buen fútbol? ¿No es fácil enamorarse de la belleza técnica? ¿No es fácil enamorarse de la entrega y el tesón? ¿No es fácil enamorarse del que no da nada por perdido, del que cree en sí mismo aunque nadie crea en él, del que se mantiene en pie hasta el final? ¿No es fácil enamorarse del que enarbola como bandera el honor y la dignidad? Sí, mi familia me indicó su opción futbolística, pero que mi corazón sea merengue desde su primer latido hasta el último, sin duda, fue mérito del Real Madrid. Y os diré una cosa: conseguirlo les fue fácil.
 
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario