Soy madridista desde que tengo uso de razón. Puede que lo fuera incluso
mucho antes de eso. Siendo sincera, el medio lo favorecía: casi toda mi familia
lo es. Así que crecí viendo partidos del equipo blanco a mansalva, celebrando
las victorias y lamentando las derrotas como si fueran conquistas y fracasos
propios. No obstante, y a pesar del ascendiente que pudiera tener este hecho en
su momento, no creo que fuera determinante. No sería la primera que desafía
futbolísticamente a su clan, jurándole amor eterno a otro club. Por supuesto,
jamás al eterno rival. Mi osadía jamás se ha traducido en estupidez, o al
menos, no hasta ese punto.
Durante todos estos años de madridismo confeso, he tenido que escuchar
cierta frase manida que, pronunciada en tono acusatorio por vocecillas
chillonas y resentidas, dice tal que así: “claro, tú eres del Madrid porque es
fácil”. No le pongo el “Real”, porque nadie cuestiona lo difícil que es ser
colchonero, o que era hasta hace bien poco. En años más jóvenes, dicha
afirmación pretendía hacerte sentir como la pecadora más ignominiosa de la faz
de la Tierra. Y
yo, como joven y tierna cría de león, me veía en medio de una manada de ñus,
calibrando el alcance de la sentencia. Pasarse a otro equipo no era una opción
viable: la muerte antes que la deserción. Tampoco era seductora la idea de
renegar del fútbol: lealtad a las buenas pasiones. Sólo quedaba una opción
honorable en aquellos tiempos: “Porque tú lo digas”. Media vuelta, la mañana de
ñus desconcertada por no haber hecho mella y camino a la sabana con la dignidad
intacta.
No obstante, la madurez (o eso quiero creer), me ha hecho reflexionar
seriamente ante esa frase. Porque otra cosa no, pero como a ciertos grupos les
de por pronunciar sentencias, te la repiten hoy igual que ayer, y a tus hijos
mañana, hasta el fin de los tiempos, amén. Hasta que un día, un ñu disfrazado
(persona que dice que es mas simpatizante de tu equipo que del rival, pero que
lo ataca sin piedad como si le fuera la vida en ello), me soltó la dichosa
frase. Y claro, por mucho que una no quiera caer en el ciego fanatismo que
tanto critica, a veces el vaso está lleno y empieza a caer el agua en el
momento más inapropiado. Así que, ni corta ni perezosa, y por las miradas que
me echaban los de alrededor, cual dragón escupiendo fuego, le solté de manera
tan sosegada como cortante, lo que pensaba desde hace bastante tiempo:
“¿Ser del Real Madrid es fácil? ¡Claro! Ser el blanco de todas las
críticas es algo fácil de llevar. Que lo único que tengan en común los aficionados
de otros equipos, entrenadores, jugadores, árbitros, simpatizantes del fútbol o
detractores sea no perder oportunidad para comentar de manera denigrante y
despectiva hasta el más mínimo de los fallos de tu equipo es muy gratificante.
¿Sabes que más lo es? Que la prensa se invente constantemente rumores
sobre nuestro vestuario: que si nuestro entrenador no mete en cintura al
vestuario, que si el vestuario no tiene motivación ninguna, que si el mejor
jugador que tenemos ha recibido tal o cual oferta y sea casi seguro que se va,
etc.
Otra cosa que también me hace muy llevadero ser de mi equipo, es que
jugadores mundialmente reconocidos, pasen a ser la basura de la profesión
cuando visten de blanco: de héroe a cero. No importan los goles que metan, los
pases que den, lo bien que se lleven con los demás o lo mucho que se esfuercen:
son la escoria que hay que erradicar.
También me resulta muy fácil de tragar que, contra ciertos equipos, todo
valga. Se reescribe el reglamente para que la falta, si es a un jugador del
Real Madrid, no sea falta. Mera amonestación verbal, carita de penitente
arrepentido del contrario, y a coserte el miembro amputado de la patada, que
esto es un juego de hombres, no de niños pequeños.
Otro detalle que me produce gran placer es que si mi equipo se enfrenta
contra el que sea, nacional o extranjero, el resto del mundo, sea del equipo
que sea, esté contra ese rival. Y no hablo del eterno rival, no, que de ese me
espero que me pague con la misma moneda que yo le doy gustosa. Hablo de otros
equipos, más mediocres aún, que por no tener el placer de mojarnos la oreja,
rezan fervientemente para que lo haga otro.
La próxima vez que tengas la arrogancia de decirme esa frase, que sea con
la camiseta de tu equipo, el día después de perder un partido importante.
Entonces, a lo mejor, te concedo la gracia de escucharte, ya que el placer de
darte la razón es algo que no está en mis manos concederte, que yo seré muchas
cosas, pero mentirosa, jamás.”
Después de eso, lógicamente, sólo habló de fútbol en mi presencia en
corrillos de gente, y sin osar traspasar nunca más las reglas de la diplomacia.
Sabía bien lo que se jugaba en caso de hacerlo.
Esta semana, mi equipo me ha demostrado que, aunque siguen siendo tan
válidas ahora como entonces todas esas razones, se quedan en nada ante la
evidencia: ser del Real Madrid es fácil. Si hace seis días se hubiera hecho una
encuesta entre los aficionados, no me habría extrañado que muchos de ellos
firmaran por empatar los dos clásicos, o uno, cuanto menos. Dejamos la Liga , que la tenemos perdida,
y nos aferramos con uñas y dientes a la
Copa del Rey, que la tenemos más cerquita en cuanto a número
de partidos. De Champions mejor no hablar, porque después del vapuleo de la
semana por el eterno rival, a ver cómo carajo se rehacen para dar la cara en
Old Traford. Nadie nada un duro por nosotros, ni siquiera mucho de nosotros.
Bueno, casi nadie. Porque Mou y sus chicos han dado un golpe encima de la mesa.
¿Qué nadie apuesta a nuestro favor? ¡Y qué! Nosotros lo apostamos todo: ganar o
morir. ¡Y vaya si han ganado! Los dos partidos. Que si bien con la goleada de
Copa ya habían devuelto la esperanza a una afición que dudaba, con el golpe en
Liga han recuperado la imagen de lo que fuimos: el equipo que, no jugándose
nada, vende caro el honor, que es lo más sagrado que tiene.
El Real Madrid no sólo ha ganado en el campo del eterno rival,
eliminándolo de la competición que, digan lo que digan, deseaban tener. En
nuestra casa, no nos han arañado ni un punto esta temporada. Nuestro Coliseo ha
quedado inmaculado, como siempre debió estar, con un Madrid que vence y
convence, y un Barcelona que se busca pero no se encuentra. O que no dejan que
se encuentre, que para el caso, es lo mismo. Se han peleado balones como si
fueran granadas, y había que sudar cada metro de campo contrario, porque aquí
se cedía antes el aliento que el espacio. En estos partidos no había titulares
y suplentes, sólo había personas creyendo en un mismo sueño: la victoria. Y ese
sueño se ha hecho realidad.
Pero que no se equivoque el lector: no es éste un canto a la victoria. No
hemos ganado la Copa ,
la Liga sigue
estando lejos, y la
Champions está por decidir. Lo que yo ensalzo hoy, lo que
ensalzaré siempre, es el esfuerzo. En todos los sentidos. Esfuerzo mental para
no amilanarse, para crear un muro impenetrable al desaliento y mantener viva la
fe en las posibilidades del equipo. Esfuerzo físico aguantando las embestidas
del rival, las carreras, los minutos lentos del reloj. Han rescatado la imagen
de oro: la del equipo que hace que parezca fácil, lo que a todos les resulta
difícil.
Por eso, creo que ya es hora de que usemos la manida frase a nuestro
favor. Ser del Real Madrid es fácil. ¿No es fácil enamorarse del buen fútbol?
¿No es fácil enamorarse de la belleza técnica? ¿No es fácil enamorarse de la
entrega y el tesón? ¿No es fácil enamorarse del que no da nada por perdido, del
que cree en sí mismo aunque nadie crea en él, del que se mantiene en pie hasta
el final? ¿No es fácil enamorarse del que enarbola como bandera el honor y la
dignidad? Sí, mi familia me indicó su opción futbolística, pero que mi corazón
sea merengue desde su primer latido hasta el último, sin duda, fue mérito del
Real Madrid. Y os diré una cosa: conseguirlo les fue fácil.
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