domingo, 18 de octubre de 2015

María Jesús Campos Barciela

María Jesús Campos Barciela no ha salido en los telediarios. Ningún programa de televisión se ha interesado por su persona o su labor profesional. Los periódicos la han mencionado de pasada, y en algunos casos, omitiendo su nombre. Pero es una persona que merece conocerse. Esta mujer, jueza del Juzgado de lo Penal número 8 de Palma, es una pionera. Y ya que los medios no le dan la publicidad que merece, yo sí voy a rendirle homenaje desde aquí.
Hace unos meses, asistimos conmocionados a la noticia del malnacido, porque no tiene otro nombre, que la emprendió a golpes con su caballo después de una mala actuación en una competición, provocándole la muerte. Ninguno de los que contempló tan macabro espectáculo tuvo redaños de interponerse entre la bestia y el pobre animal. Y todos pensábamos que dicho caso se solucionaría con una multa o trabajos en beneficio de la comunidad. Pero la Magistrado Campos nos sorprendió, y a pesar de la petición de la defensa de que se transmutara o suspendiera la pena de ocho meses de cárcel, la mantuvo.

Ahora, un tiempo después, ha vuelto a pronunciarse en otro caso de maltrato animal. Ahora no era un caballo muerto por apaleamiento, sino un perro muerto por inanición. La bestia que lo tenía, supongo que cansada del pobre can, lo había atado con una cuerda muy corta en el patio, de tal forma que no podía apenas moverse, ni refugiarse de las inclemencias del tiempo, y lo estaba matando de inanición. Una denuncia puso el caso en manos de la policía, que a pesar de llevar al perro a una protectora, sólo pudieron ofrecerle al animal morir en manos más amistosas que las del salvaje que lo había sometido a semejante tortura. Nuevamente, la defensa del acusado pidió la transmutación o la suspensión de la pena, y nuevamente se ha dado de bruces con la negativa de la Magistrada Campos, que ha mantenido firme su decisión de condenarlo a un año de prisión.

Por supuesto, no dudo que las defensas de ambos casos hayan planteado rápidamente un recurso a las sentencias impuestas por la Magistrada. Tal es su derecho, y así lo habrán ejercido. Puede, incluso, que no lleguen a pisar la cárcel demasiado tiempo si se tramitan con cierta rapidez. Pero entrar, entrarán. Y todo porque existe una Magistrada que, amparándose en las disposiciones de la ley, así lo ha decidido. Porque en opinión de esta mujer, “hay que evitar la sensación de impunidad en estos casos y hacer que la pena tenga un efecto de frenada frente a casos venideros, ya que la suspensión de la misma provoca un mensaje tan antipedagógico que el sujeto no dudará en repetir su conducta en un momento posterior”.

Por supuesto, partimos de que las penas contempladas en la ley son insuficientes. ¿Multa de un mes a seis por abandonar a un animal? ¿Prisión de tres meses y un día a un año por maltratarlos? Si lo comparamos con las penas que imponemos a los que lesionan, maltratan, torturan o provocan la muerte de personas, son ridículas. Pero lo resaltable del hecho no es que las penas sean pequeñas y necesiten ser aumentadas. Lo importante es que hay una Magistrada que entiende la necesidad de aplicarlas con toda su dureza, sin transmutarlas en trabajos en beneficio de la comunidad ni suspenderlas.

Nos quejamos continuamente de la creciente brutalidad que impera en la sociedad. Nos escandalizamos por cada mujer que muere a manos de su antigua o actual pareja. Nos horrorizamos por los niños que son maltratados, sometidos a abusos, asesinados. Y lo curioso es que nos preguntamos el origen de la violencia, achacándola al cine o los videojuegos. Pero nunca nos responsabilizamos a nosotros mismos, a nuestra pasividad, a nuestro poco interés en que los niños reciban una educación completa y los adultos un castigo ejemplar ante cualquier acto de crueldad.

Hay numerosos estudios que indican que la crueldad hacia los animales es un síntoma de una agresividad interna peligrosa. Entre los criminólogos, es un rasgo básico del perfil del psicópata. No olvidemos que el psicópata no es una persona con una enfermedad mental, sino alguien que sabe los límites entre lo que se debe hacer y lo que no, y decide conscientemente rebasarlos porque la acción no consentida le produce placer. Bien, está claro que a los psicópatas no vamos a disuadirlos de que maltrate animales poniéndole grandes penas, pero, ¿y al maltratador de mujeres? ¿Es posible disminuir estos casos si se les educa en el respeto hacia todos los seres vivos? ¿Si se le enseña que el sufrimiento de un perro importa, y que se debe evitar, es que no lo hará con una persona?

Yo no creo que a todo el mundo tenga que gustarle los animales. Pero no me parece que sea contradictorio no gustarte y no hacerles daño. A mi cada día me gustan menos las personas, y de momento, no he cogido un palo para demostrarlo. Opto por la vía sana: me relaciono sólo con quien me agrada o con quien no me queda más bemoles que relacionarme. De igual modo debería pasar con los animales. La ley, por fin, los contempla como seres con entidad física y psíquica, y por ende, capaces de sufrir como cualquier otro ser vivo. Y en esa capacidad es en donde radica la necesidad de protección. Por tanto, lo que la ley deplora es la crueldad y la brutalidad, ya sea hacia animales o hacia personas. Y siendo esto lo que la ley persigue, y sabiendo como sabemos todos las terribles consecuencias que se derivan de ignorar estas conductas, es un hecho agradable e importante que existan Magistradas como María Jesús Campos Barciela, capaces de señalar la crueldad allá donde se manifieste y de hacer lo justo en la medida que la ley lo permite. Señora Magistrada, con todos mis respetos, gracias, y ojalá su ejemplo sirva para que muchos más acepten una realidad innegable: detener la deshumanización del ser humano es una labor que empieza deteniendo la crueldad contra los animales.

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