miércoles, 23 de septiembre de 2015

El placer de viajar

En estos tiempos que vivimos, donde todos sabemos exactamente el precio de cada cosa, a menudo olvidamos su valor. Por mucho que nos digamos a nosotros mismos que no somos consumistas, la realidad es que es muy difícil sustraerse a la vorágine general. Así, nos vemos esforzándonos por adquirir cosas que, una vez poseídas, no sólo han dejado más vacío nuestro bolsillo, sino también a nosotros mismos.

Afortunadamente, aún hay, y siempre habrá, cosas cuyo valor es más alto que su precio. ¿Un ejemplo? Viajar. No importa lo caro o barato que pueda ser un viaje: el viajero siempre sale ganando. Eso sí, ha de ser un viajero avispado, dispuesto a sacarle el máximo jugo a la experiencia, ya que como dice una persona muy sabia de mi entorno: “ir, también va la maleta”. Por eso, hay que tener claras unas cuantas cosas antes de irse de viaje:

1.- Las quejas sólo deben estar permitidas si van acompañadas de risas. Al fin y al cabo, estás de viaje. Has dejado aparcados tus problemas personales durante unos días, y créeme, te esperarán a la vuelta.

2.- No existe la fatiga. Sí, para muchas personas el concepto de viajar es tumbarse al sol y remojarse en el mar. Bien, esos tienen fácil no cansarse. Para los que ir de viaje significa muchas cosas que ver y que hacer durante el día, previamente han de asumir que las ampollas (sustitúyase ampolla por cualquier otra dolencia física) van a ser sus mejores amigas durante los días que dure el viaje. Pero ¿y qué? Es un precio nimio comparado con la ganancia, y uno lo paga gustosamente.

3.- Utiliza todos tus sentidos. En serio, cada día somos más parecidos a zombies que deambulan por ahí viendo sin mirar, oyendo sin escuchar y hablando sin pensar. Párate a mirar todo lo que te rodea, presta atención a los sonidos, ponte de cara al viento si sopla o disfruta del Sol. Incluso está permitido mojarse los pies en los charcos y cantar bajo la lluvia. El clima es un elemento más del que disfrutar, y muchos paisajes tienen magia tanto a la luz del Sol como bajo un cielo con nubes.

4.- Abre tu mente. No tengas prejuicios, no hagas comparaciones, no seas tímido y no tengas miedo de explorar. No todo puede estar programado, y por mucho que lo intentes, algo no va a salir según lo previsto. Que no te importe. Tú no controlas el tiempo y el espacio, pero sí tu actitud, y si te dejas llevar, el viaje te sorprende con lugares que no esperabas y que querrás volver a visitar.
Seguramente, estas pautas no son las mejores, y estoy convencida de que cada uno tiene las suyas propias. Éstas simplemente son las mías. Y las comparto ahora, y no en otro momento, porque hace días que he venido de un viaje fantástico por Italia. Un viaje que no podría explicar con el detalle y la justicia que se merece, porque aún no he asimilado todo lo que he vivido en él. Aún así, era necesario reflejar un poco lo que ha significado para mí, y para hacerlo, la reflexión general precedente me era pertinente.

Yo estoy muy orgullosa de ser española. Pero si no lo fuera, quisiera que Italia fuera mi país. De hecho, está el primero de mi lista de países favoritos, ya que el mío no lo incluyo en la misma porque, por motivos obvios, no puedo compararlo fríamente con el resto. Es imposible hacer justicia a las maravillas que hay en él. No importa lo que te guste: monumentos, naturaleza, grandes ciudades, pueblos pequeños… Allí puedes encontrarlo todo. El único problema que vas a tener es decidir lo que ver y lo que no, y créeme, te va a parecer un problemón.

Además, este viaje ha tenido dos ingredientes fundamentales que lo han hecho muy especial. El primero es que ha sido inesperado. No tenía previsto hacerlo, ni ahora, ni más adelante. Pero la oportunidad se presentó, y por una vez, no la dejé pasar. Porque estaba harta de dejar pasar oportunidades por miedo, pensando que volverían a presentarse. Y lo cierto es que luego, si se presentan, son diferentes. Las oportunidades sólo vienen a nosotros una vez, y si las dejamos pasar, las perdemos. Nunca concurren las mismas circunstancias y hay millones de matices que las conforman.

La segunda es que he tenido a los mejores guías que nadie pueda desear. Si viajar ya es una manera de enriquecimiento personal por sí solo, yo aseguro firmemente que nadie podría hacer un viaje con ellos y no ver ese crecimiento multiplicado exponencialmente. Yo, que soy bastante normal, lo he experimentado. Y he aprendido cosas muy valiosas, que no tienen nada que ver con conocimientos artísticos o arquitectónicos, aunque de esos también voy servida a plato lleno.

Lo que yo he aprendido de mis guías es que los viajes no son sólo la actitud que uno lleva o los sitios que ve. También son las personas que te lo enseñan. El cariño con que te explican los detalles. Las sonrisas en respuesta a tu sonrisa maravillada. La satisfacción que generan en respuesta al placer que tú estás experimentando. Es incluir una ciudad no prevista porque para ti, que has estudiado determinada carrera, significa algo más.
Si digo que mis guías tienen un sitio privilegiado en mi corazón, no creo que esté diciendo nada que no sepan. Pero no me gustaría dar por sentado que saben lo agradecida que estoy por una muestra de generosidad tan grande que sólo cabe en corazones como los suyos, de talla especial. Y tampoco quiero callarme que, a pesar de que tengo muchos buenos recuerdos de ambos, todos los compartidos en este viaje serán guardados con mimo en mi corazón. Queridos guías, gracias por hacer que los sueños, incluidos aquellos que no sabía que tenía, se hagan realidad. Nunca lo olvidaré.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Hasta pronto

He tenido la inmensa suerte de empezar a opositar, prácticamente, a la vez que mi mejor amiga. Y digo que es una suerte, porque todo opositor sabe que hay cosas que sólo comprende otro opositor. Ningún otro amigo va a entender que le digas que no puedes quedar por veinteava vez consecutiva porque estás pillado de tiempo con el temario. Tampoco van a comprender la magnitud del drama que suponen las modificaciones legislativas. Nadie en su sano juicio te va a cambiar una tarde de terracita por una de biblioteca sin un reproche. Y es lógico que sea así. Yo tampoco entendía plenamente lo que significaba ser opositor. Es una de esas cosas que sólo puedes saber cuando pasas por ella. Por eso, me reafirmo: he tenido la inmensa suerte de compartir esta experiencia con ella.

Pero la experiencia ha terminado, porque ella ha conseguido lo que todo opositor desea: una plaza fija. Nadie se la ha regalado. Yo la he visto, mes tras mes, esforzarse física y mentalmente hasta límites impensables. La he visto en sus momentos altos, cuando repetía el temario como si lo hubiera escrito ella, y la he visto en sus momentos bajos, cuando pensaba que no sería capaz. La he visto mejorar día tras día, manteniendo a pesar de todo una fe inquebrantable en que ése, y no otro, era su camino. La he visto ser fuerte cuando estaba cansada, y mantenerse firme cuando la quería vencer el desánimo. Por último, la vi en éxtasis cuando obtuvo su recompensa. O, mejor dicho, cuando le dijeron que la iba a obtener, porque en este camino sólo ha empezado a cosechar los frutos de un trabajo bien hecho.

Hoy, la veré en otra faceta nueva: la veré decirme adiós. No es una despedida definitiva, por supuesto. Pero será la primera vez que no vivamos en la misma ciudad desde que somos amigas. Cuántas tardes nos hemos llamado para vernos un rato, colapsadas del estudio, la familia, el desempleo… Cuántas veces ha sido el oasis de mis desiertos. Cuántas veces la voz que me animaba, y cuántas la que me ponía el punto sobre la i. Cuántas veces ha significado la confirmación de la famosa frase de Aristóteles, esa que dice que “la amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”.

No, no me resulta fácil despedirme del trocito de mí que se lleva consigo, a pesar de la inmensa alegría que siento por ella. No obstante, no cambiaría nada. Si pudiera elegir, hoy estaría justo donde estoy. Porque cualquier otro camino que no la incluya, no merecería la pena. Así que bien vale la tristeza y las lágrimas de hoy, y de los días que vengan después. Porque aún con eso, tengo el gran consuelo de haber encontrado a una persona que no sólo me acepta tal como soy, sino que a veces me hace sentir su sincera admiración. Una persona que me escucha siempre, pero nunca me juzga. Una persona con la que llorar sin vergüenza, y reír sin motivo. Una persona que es capaz de decirme que no me compre unos pantalones porque se me ven demasiado apretados, sin hacerme sentir un adefesio. ¿Parece extraordinaria, verdad? Lo es. Y eso sin contar su increíble habilidad para probarse tres prendas de ropa mientras yo aún me estoy colocando la primera.

Querida amiga, quería despedirme bien de ti, pero me temo que no lo he conseguido. No puedo encerrar en palabras todo lo que significas para mí. Decirte que te voy a echar muchísimo de menos, pero que será un privilegio hacerlo, no resulta suficiente. Así que, a falta de otras mejores, quédate con éstas: lejos, pero nunca solas. Te quiero.